¿No les parece curioso que casi siempre el cine representa las escenas de nostalgia o lejanía, con una taza de café de por medio? Sí. Porque el café es, por excelencia, la bebida para la meditación, la añoranza y la soledad.
Menciona la historia que el café llegó a América Latina, gracias a un oficial francés que en 1720 arribó a la Isla Martinica, en las Antillas Francesas. A partir de ese día, está frondosa planta se aferró a cada espacio del suelo americano demostrando que su aroma puede ser tan enviciante como el alcohol y tan fulminante como el amor.
Porque el café se bebe, aunque la boca nos queme; nos sumerge en su fondo tan oscuro, y nos envuelve alrededor de una taza donde se humedecen por igual, pensamientos, anhelos e incluso, remordimientos.
El ritual para echar a navegar la tristeza es el siguiente: una humeante taza de café, el filo de una ventana o cualquier envejecido sofá donde se puedan arrumar libremente las congojas. Mejor aún, si estas empiezan a desfilar en la noche; tal vez entre las sombras las culpas no luzcan tan feas.
Esta es la bebida de los ermitaños. Solo hace falta un sueño roto, un proyecto trunco, o una persona lejana, para acudir sin más, a sumergirnos en sus quemantes aguas negras. Decía alguien, quien bebe café a solas, carga una honda pena; pues, mientras más grande es la herida, más privado es el dolor.
Confieso que mi gusto por el oscuro líquido inició cuando niña; solía decir mi madre que si bebía demasiado no podría dormir. Todo lo contrario, sospecho que mis sueños más emotivos, intensos y hasta premonitorios se los debo a este elixir mágico que corre por mis venas, pero si un día el café me falta, es imposible que me sienta como una persona algo normal. Mi ritual cotidiano es, un café en la mañana, para conseguir la calma; otro en la tarde, para reiniciar el alma, y uno más en la noche, para acompañar mi cama.
¿Tomar café o dejar que el café nos tome? Esta bebida universal, tan libre y sin fronteras, podría ser el primer paso para conquistar un beso; el detonante de maravillosos pensamientos o, el mensaje oculto de un tonto corazón que dice: recuérdame, aunque sea en un rincón junto a una taza de café, pero no me dejes desaparecer.
¿Me invitan un café?
Un café
- Domingo, Oct 25 2020
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